“No deseo nada más en el mundo que sea feliz, que todo a lo que aspiras se haga realidad y que, aunque me olvides con el tiempo, algún día llegues a comprender lo mucho que te quise.”
Todo acabó como empezó: con demasiadas prisas y demasiado
poco sentimiento. Merecía(mos) más pero siempre he sido yo la que ha pensado
demasiado y pedido de más.
Me sumergí en tus ojos y me dejé llevar por tu corriente,
ésa que tantas veces me dejó empapada en lágrimas y acabó por hacerme
insensible al frío.
No hubo una larga conversación. Tú siempre has defendido la
economía del lenguaje mientras que yo he invertido en palabras, tantas veces
infravaloradas y desoídas que al final se negaron a caer en ese saco donde van
las cosas rotas.
Me miraste con la lástima y resignación con la que se mira a
un juguete sin arreglo. El cariño no era recíproco y lo sentí. Por mí, por ti,
por nuestra historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario