“Cuando uno está solo, es fácil tener miedo. Es fácil concentrarse en lo que podría esconderse en la oscuridad, al final de los escalones del sótano. Es fácil obsesionarse con cosas inútiles, como el disparate de adentrarse en una tormenta de cuchillos giratorios. Cuando uno está solo es fácil sudar, derrumbarse, ser presa del pánico…”
La soledad
da alas a los demonios propios: ésos que se esconden en los rincones más
oscuros de tu mente, que acumulan todo tu negativismo, tristeza y desdicha y
que lo liberan cuando las cadenas que creaste para retenerlos flaquean a la vez
que flaquea tu ánimo y se desdibuja tu voluntad.
Cuanto más
tiempo pasas encerrado en ti, pensando, dándole vueltas a las cosas, más
poderosos se vuelven. Cuando al fin consiguen atravesar tus defensas y llegar
hasta tu interior, más deprimida te sientes, menos vitalidad tienes, menos
positivismo te queda, desaparece el brillo de tus ojos y la sonrisa de tu cara.
Mañana
seguirá amaneciendo por el mismo sitio, seguirás sola, seguirás teniendo los
mismos demonios pero... mañana quizá sea la esperanza, una canción o el rayo de
sol que se cuela por tu ventana los que pinten a tus demonios de un color
diferente al negro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario