29 de agosto de 2016

Never-ending night

“Entonces recordó lo que André siempre decía: la felicidad es ese instante que no se puede fotografiar. Pero André estaba equivocado: la felicidad sí se puede fotografiar… aunque no con una cámara sino con el alma.”

El tiempo se detuvo en el momento en que nuestros labios se rozaron por primera vez. Buscándose. Anhelándose. Deseándose más y más cada día.

Salimos de la habitación de puntillas, sin querer despertarnos de este sueño interminable. Sin querer dejar escapar la magia. Sin querer dejar de sentirnos en cada fibra de nuestro ser. Me abrazaste por la espalda y tus dedos se entrelazaron con los míos. Más cerca, más juntos. Tu piel con mi piel.

La noche era nuestra. Nuestra aliada, nuestra confesora, nuestra amiga. Hicimos promesas de amor selladas con besos a la luz de las estrellas. Nos dejamos empapar por esa felicidad que flotaba en el ambiente y saboreamos la vida, ésa que nos hacía cerrar los ojos al mundo y desear que la noche no acabara nunca.

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